divendres, 31 de desembre del 2010

Atrapado

Un día frío y humedo, una lluvía fina, la calle y sus aceras mojadas, al abrir la puerta. Un desagradable dolor en todo el cuerpo me recuerda que existe algo aparte de mi cabeza. No pienso nada en concreto, casi nunca. Mi mente está sumergida en un encadenamiento de estimulos internos y externos que no me permite ver. Sería mejor no haber salido de casa. ¿Por qué lo hice? Sería mejor no haberlo hecho. Me limito a seguir, pese a que no quiero. Es el estéril morir cotidiano, no cabe duda: esa idea tan manida vuelve una y otra vez a mi cabeza. Miro a la derecha: mujeres mayores cargadas con pesos tremendos, niños con patinete, una mulata entrada en carnes habla a voz en grito con un chico negro de grandes labios que también vocifera: están el uno al lado del otro. Nada nuevo. Miro a la izquierda: un perrito negro dando saltitos me recuerda a un bola de espuma, ingrávido, dulce. Debería pensar: ¡es maravilloso! y sentir una gran emoción por estar vivo. El problema tal vez sea la palabra "debería" y todo lo que ese verbo implica en mi diálogo interno. Me siento culpable por no sentirme vivo. La muerte se aparece entonces y me recuerda: estás aquí y ahora, todo es único e irrepetible, aprovecha el tiempo. Nada, esa voz me tortura pero no me activa. Sin novedad. Es un funcionamiento automático de mi mente, como si no lo pudiera controlar o dirigir. Debe de ser tedio. ¡No!, deseo que todo sea emocionante e intenso. Nada suscita emoción alguna. Todo, como siempre, es aparentemente normal, ahí radica el problema. La falta de sentido de casi todo lo que ven mis ojos confiere a las cosas un extraño atractivo, acompañado, eso sí, de una dolorosa sensación de angustia indeterminada. Tiene y no tiene gracia el misterio de mi singular percepción, pero todo lo que pasa no es ningún chiste: alegrías, dramas... Un esfuerzo inútil siempre a mi alrededor. Como una losa externa. Un decorado turbio, ardoroso, violento, hostil. Es mi percepción. Estoy programado para ver así. Me siento vivo porque sufro este tormento. Resulta agotador contemplar tanto movimiento, ruido, olor, miradas, cuerpos, cartones, excrementos. Aparece y desaparece todo. No debería haber salido de casa. Pero lo hice. Mejor volver. Ya en el portal, abro la puerta y subo la escalera. La humedad lo impregna todo. Hoy es el último día del año. Mañana el primero de otro.

dimarts, 28 de desembre del 2010

Terror en Almanzora

Tráiler y escena final del escalofriante filme ¿Quién puede matar a un niño?, de Narciso Ibáñez Serrador (1976)




Breve reseña argumental: Un par de turistas ingleses llegan a Almanzora, una isla perdida en el Mediterráneo, donde paulatinamente descubren que los niños son (no individualmente, sino en conjunto) asesinos despiadados. A través de una especie de macabro "juego" (la novela original, de Juan José Plans, se llama así, "El Juego") van convirtiendo en sus víctimas a todas las personas adultas, padres, abuelos, desconocidos, etc. Con estas premisas, la película se convierte no en un relato de ciencia-ficción (jamás se llega a explicar convenientemente el desquicio que afecta a los niños, aunque se muestra cómo se extiende de manera telepática) ni en un filme convencional de terror (por los motivos anteriormente mencionados), sino en un thriller trágico.

Escena final de La cabina (1972) - Antonio Mercero

dimecres, 22 de desembre del 2010

Vampire

Vampire (II)

Vampire & Werewolf

Himno a la belleza - Baudelaire


¿Vienes del hondo cielo o del abismo sales,
Belleza?
Tu mirada, infernal y divina,
confusamente vierte los favores y el crimen,
y por esto podrías al vino compararte.

En tus ojos contienes la aurora y el ocaso;
cual tormentosa noche tú derramas perfumes;
tus besos son un filtro y un ánfora tu boca
que al niño envalentonan y acobardan al héroe.

¿De negra sima sales o de los astros bajas?
Tus enaguas, cual perro, sigue hadado el Destino;
vas al azar sembrando la dicha y los desastres,
y todo lo gobiernas y de nada respondes.

Caminas sobre muertos, Beldad, de los que ríes;
el Horror, de tus joyas no es la que encanta menos,
y entre tus más costosos dijes, el Homicidio
en tu vientre orgulloso danza amorosamente.

La cegada polilla vuela hacia ti, candela,
crepita, brilla y dice: bendigamos tal llama
Jadeando el amante sobre su hermosa, el aire
tiene de un moribundo que acaricia su tumba.

¿Que vengas del Infierno o del Cielo, qué importa,
¡Belleza! ¡Monstruo enorme, ingenuo y espantoso!
Si tus ojos, tu risa, tu piel, me abren la puerta
de un infinito al que amo y nunca he conocido?

De Satán o de Dios, ¿qué importa? Ángel, Sirena,
¿qué importa, si tú -hada de ojos de terciopelo-
vuelves -ritmo, perfume, luz, ¡oh mi única reina!-
menos horrible el mundo, los instantes más leves?


[Fuente: extraído de Las Flores del Mal, Charles Baudelaire, sección "Spleen e Ideal", poema XXI, edición Bilingüe de Alain Verjat y Luis Martínez Merlo; Cátedra - Letras Universales]

Tiamat - Gaia

Theatre of Tragedy - Siren

divendres, 17 de desembre del 2010

Arder

Los dedos martillean el teclado ante el blanco que va perdiendo espacio en la línea. Concentrado y aturdido al son inconexo de los persamientos que se van entretejiendo y que se materializan aquí ahora en palabras. Desaparece al escribir el impulso de lo escrito hasta ahora. Hay una ansia brutal de materialización en palabras del aliento desesperado contra el tiempo. Una resistencia inútil al empuje imparable hacia el fuego eterno. Un proyecto sin retorno hacia delante, ganando terreno al blanco pantalla. Mirar hacia atrás en el trayecto, un muro de palabras que llenan el vacío literalmente blanco del momento. Pero seguir en la guerra perdida de antemano. No es tormento gratuito sino lucidez. La grieta se va abriendo irreversiblemente. La distancia hasta la primera letra de este escrito es ya inalcanzable. No hay marcha atrás. Es preciso seguir adelante. No retroceder. ¿Para qué borrar estos pedacitos de puzle materializados en palabras que ahora, sí, ahora, me obligan a no parar hasta llegar aquí?

Across the Universe

Embriaguez

Multitud y soledad, términos iguales y convertibles para el poeta activo y fecundo. Quien no sabe poblar su soledad, tampoco sabe estar solo en medio de una atareada muchedumbre.

El poeta goza del incomparable privilegio de poder ser, a su guisa, el mismo y otro. Como las almas que vagan buscando un cuerpo, entra, cuando quiere, en el personaje de cada uno. Sólo para él, todo está vacío; y si determinados lugares parecen estarle vedados, ello se debe a que, a sus ojos, no merece la pena visitarlos.

El pensativo y solitario paseante obtiene una singular embriaguez de esa comunión universal. Quien se desposa fácilmente con la multitud, conoce goces febriles, de los que quedarán eternamente privados, el egoísta, cerrado como un cofre, y el perezoso, metido en su interior como un molusco. Abraza como suyas todas las profesiones, todas las alegrías y todas las miserias que la circunstancia le presenta.

Lo que los hombres llaman amor es cosa muy pequeña, restringida y débil, en comparación con esta inefable orgía, con esta santa prostitución del alma que se da por completo, poesía y caridad, a lo que aparece de improviso, a lo desconocido que pasa.
.....

[Fuente: fragmento extraído de Charles Baudelaire. Pequeños poemas en prosa. "Las multitudes", Cátedra Letras Universales.]

dimarts, 14 de desembre del 2010

Interferencia

Una tormenta de palabras, conexiones, imágenes, luces y otros satura a todas horas la cabeza. No poder mirar lo que nos rodea porque la bronca interior se interpone entre la cabeza y lo exterior. Como una permanente interferencia que no permite sintonizar el dial de la realidad. Cada vez intentar fijar la atención en algo que no forme parte del propio mundo interior. No poder. No ser capaz de salir de la propia cabeza.

La cabeza proyecta a través de los ojos y no ve cuando mira. No saber en qué medida se ve algo fuera del proyector visual. ¿Qué ven los ojos? Rostros, paisajes... ¿Cuánto hay de ellos y cuánto de nosotros al enfocar nuestros ojos hacia los mismos? Un misterio indescifrable nos separa (o nos une en la soledad de lo distinto) de lo que nos rodea.

El mundo exterior existe, de eso no hay duda. Mas es imposible saber qué diablos hay allí fuera ante nuestros ojos. ¿Qué vemos aparte de lo que estamos programados para ver? ¿Se puede reprogramar nuestro "disco duro" para poder acercarnos de algún modo a la entidad real de lo que vemos?

[Ta vez, las diferentes técnicas de meditación o por ejemplo la respiración abdominal limpian de "archivos inútiles" nuestro ordenador cerebral y nos permiten afinar más la visión de lo que nos rodea: podremos ver momentáneamente con ojos nuevos hasta que el ruido de la cabeza vuelva a interferir.]

Conceptualmente hablando, acaso la diferencia entre lo que se ve y la realidad en sí de lo visto tenga alguna similitud con la diferencia existente entre cómo oímos nosotros nuestra propia voz cuando hablamos y cómo la oyen los demás, o cuando se escucha en una grabación. El mismo sustrato pero diferente percepción. Es solo una aproximación tangencial a la escisión entre el yo y el no-yo.

La realidad es una perfecta des-conocida para nosotros pese a que estamos programados para estar en ella.

dijous, 25 de novembre del 2010

Isla

Una angustia lo disuelve todo súbitamente. Se apagan las luces. Silencio. No sabe uno para que creó el blog, sin embargo continúa con él. ¿Inercia? ¿Necesidad de recibir unos golpecitos en la cabeza? ¿Afán de reconocimiento? ¿De qué? ¿Para qué? ¿Fama? Ni hablar. Los blogs son como voces en el desierto que gritan, almas desesperadas que lloran. ¡Aquí estoy!, ¡soy yo! ¡Leedme! ¡Mirad mis cosas!

Esto no es más que un torrente fanático y grotesco de catarsis histérica, una catarata de energía volcada en las entradas. No importa que nadie vea lo que uno publica ¿o sí?

Miles de blogs. Pocos leen y ven en realidad el contenido de los otros blogs. Esto es como una conversación sorda: escuchar, más bien hacer ver que se escucha, sólo para colocar el propio mensaje. Hay que dar apariencia de diálogo. Pero no cuela, no. Esto es una comunión de soledades. Egos rotos en un trip de comunicación-incomunicación. No importa lo que digan o escriban los demás en sus blogs. A uno le importa su blog, su ego, sus cosas. Uno deja mensajes en otros blogs para que le respondan, no porque le interese lo que lee o ve en el otro blog. Así, la mayoría de veces.

Pese a todo, continuaremos, como Sísifo, en esta isla medio auténtica, medio falsa, en un mar de vacío como es la Red.

[Escrito por Espectro X]

Gojira

Empyrium

dilluns, 22 de novembre del 2010

Los Negativos


Hace tiempo que oímos, cuando pasamos por una mala racha, frases como: “Ten pensamientos positivos”. “No hay mal que cien años dure”. “Eres como el buen vino, que con la edad mejora”. “Los 60 años ahora, son como los 40 años antes”. ¡¡Y una mierda, son 60 años gilipollas!!, exclama Lewis Black, un cómico furioso por convertirse en sexagenario (no es que tuviera mejor humor a los 22). Esa es la edad en que empieza el declive, declara en su película Stark raving black, y por eso, después de esa edad, no celebra ningún cumpleaños, porque no se puede esperar nada más que decadencia y muerte.

Y no podrán dar marcha atrás por mucha actitud animosa que le pongan, advierte Barbara Ehrenreich. En su último libro El lado bueno: cómo el fomento incesante del pensamiento positivo ha socavado EEUU, nos cuenta cómo, cuando tenía cáncer, le abrumaron con “lazos rosas ñoños” y frases cursis como “Cuando la vida te da limones, exprime una sonrisa”. Todo esto la sacaba de quicio. El mensaje era que tienes que estar alegre y aceptarlo, y que, si no, no te recuperas.

Ehrenreich, y otros muchos que piensan como ella, se hacen llamar Los Negativos. Consideran que el pensamiento positivo no basado en la realidad provocó incluso la burbuja de las hipotecas subprime y el posterior desplome financiero.

Micki McGee, socióloga de la Universidad Fordham de New York y miembro fundador de Los Negativos, arremete contra el lenguaje de la cultura de la autoayuda. Pensamentos tales como "Si sueñas con ello y crees en ello, se hace realidad", contribuyen en gran medida a la burbuja económica que acabamos de ver explotar.

Los Negativos, añade Ehrenreich, esperan despertarnos de este engaño masivo. En un mercado laboral brutal, muchos trabajadores ya se han despertado. Ron Alsop, autor de Los niños trofeo crecen: como la generación del milenio está cambiando el lugar de trabajo, explica que a la generación actual siempre le han dicho que puede lograr todo lo que se proponga. Ahora ya no.

Los optimistas de todas las edades han recibido un duro golpe. Nos equivocamos al pensar que nuestro trabajo y, de hecho, nuestra vida debe ser siempre fascinante e inundarlo todo. Sobre todo, cuando tanta gente se ha quedado sin un trabajo, que no era perfecto, pero era un trabajo. Y si algunos de esos trabajadores despedidos consiguen reinventarse y encontrar una profesión que les inspire más, hay un dicho que a Los Negativos les encantaría prestarles: “El éxito es la mejor venganza".

[Fuente: The New York Times, de elmonomudo.com (11 marzo 2010) - Libre pensamiento y arte Literal]

dimecres, 17 de novembre del 2010

Fotos Auschwitz-Birkenau - I

II

III

IV

V

VI

VII

VIII

IX

X

XI

XII

XIII

XIV

XV

XVI

XVII

XVIII

XIX

XX

XXI


[Espectro X, 2010]

dilluns, 8 de novembre del 2010

Diary of Dreams

Sisters of Mercy

Sopor Aeternus

divendres, 5 de novembre del 2010

Bauhaus - Silent Edges

Satán se divierte (filme de Segundo de Chomón)

El ascenso de Satán (una pincelada)


Cuando se rastrea el ascenso de Satán en el mundo de los espíritus, debemos centrar nuestro interés en la mitología persa. En lo que suele llamarse la religión del profeta Zaratustra, hallamos la primera figura verdaderamente comparable a Satán: un espíritu maligno, Angra Mainyu (que en griego se corrompió hasta convertirse en Ahriman), es decir, el eterno y de fuerza casi infinita señor de los mostruosos regimientos de viles demonios y, al igual que Satán, armado de la misma ansia insaciable e ininteligible de hacer pecar a los hombres y hacerlos caer especialmente en los pecados de la carne, y arrastrarlos consigo hasta el fuego eterno que aguarda al demonio y a todos sus ángeles.

Dios -"el buen dios", o "el auténtico", es decir, Ahura Mazda u Ormuz- crea un mundo resplandeciente repleto de bellezas y que disfruta de una luz perpetua. Angra Mainyu llega al lugar y, utilizando su poderosa magia, lo convierte en el miserable valle de lágrimas que todos conocemos.

Dios creó un mundo espiritual, como se sugiere en el Génesis, y el archidemonio lo convirtió en un mundo material. Esto sería cierto para la última expresión del credo de Zaratustra.

Las ideas ascéticas (se denomina ascética o ascetismo a la doctrina filosófica y religiosa que busca purificar el espíritu por medio de la negación de los placeres materiales) se extendieron desde Persia por todo el Próximo Oriente (poco después del 330 aC). Su idea central era que Angra Mainyu, el primer Satán consumado, había creado el cuerpo humano como medio para corromper el espíritu. Los primeros rabinos (no los judíos ortodoxos, pues para ellos sólo Yahvé puede crear) elaboraron la teoría de que Yahvé había depositado todos los sórdidos deseos sexuales en el hombre sólo después de que Satán tentara a Adán y Eva y éstos cayeran en la tentación. El sexo era sucio, a menos que estuviera debidamente aprobado, y a los espíritus impuros, bajo la dirección de Satán, les gustaba especialmente emplearlo para asegurarse de que los hombres fueran condenados al infierno.

Por supuesto, la influencia de estas ideas era limitada, pero Satán se había encaramado ahora como príncipe del mundo de los pecados y las tinieblas, y algunos empezaron a especular sobre la psicología de estos espíritus impuros y el tremendo ahínco con el que se consagraban a la tarea de corromper a los hombres.

[Fuente: Material extraído de textos de Joseph McCabe]

dijous, 4 de novembre del 2010

Fragmento de Nosferatu (Werner Herzog)

Nosferatu (Werner Herzog, 1978)


Más de medio siglo después de que Murnau rodara su Nosferatu, otro alemán, Werner Herzog, decidió homenajear a su compatriota, haciendo un remake sobre el, por aquellas fechas, ya mítico film.

LOS ACTORES
Herzog dio el papel protagonista a su por entonces actor fetiche, Klaus Kinski. Estéticamente, lo aproxima al vampiro de 1922, pero aunque de su aspecto siniestro no haya nada que reprochar, no llega a dotarlo de ese aspecto entre humano y animal (casi el rostro de un murciélago o vampiro real) que apreciábamos en el de Murnau. Kinski en esta película realiza uno de los papeles más comedidos de su carrera, y deja a un lado su histrionismo, para componer la imagen de un ser condenado a “vivir”, y torturado por la sed de sangre, pero controlándose para llegar a sus fines.

Isabelle Adjani, en aquel momento una joven promesa del cine francés, es Lucy. Su interpretación no nos transmite los sentimientos de su personaje. Es fría, y te lleva a la reflexión de que tan sólo se limita a posar en la mayoría de las escenas en las que aparece.

LA PELÍCULA
La historia es prácticamente la misma de Murnau, pero Herzog ya utiliza para los personajes los nombres de la novela, introduce algunas variaciones en el guión, y está rodada en color.

El magnetismo de esta película reside, principalmente, en su preciosista fotografía, en unos escenarios, tanto interiores como exteriores, mimados al máximo, y en una inquietante banda sonora.

Teniendo en cuenta la trayectoria hasta entonces de Herzog, un realizador que aunaba el realismo con el simbolismo, era natural, que aún tratándose de un remake, se saliera de las pautas del primer Nosferatu.

Aunque la película contenga muchos planos rodados casi literalmente como los rodó Murnau, no estamos viendo una “copia” de ella. Estamos viendo un filme de Werner Herzog.

Se puede apreciar desde el principio, cuando Harker viaja hasta la residencia del vampiro.

Son unos escenarios más realistas, fascinantes sin duda, pero más fríos, en los que se echa en falta la sutil presencia de lo sobrenatural, que transmitía la película de Murnau.

El ritmo de toda la película es lento, lo que a veces hace perder el interés por lo que cuenta. Se retoma con secuencias originales, cuidadas e impactantes, como el “desfile” de ataúdes portando a las víctimas de la peste, el surrealista y onírico baile en la plaza mayor de la ciudad, y “la última cena” de los supervivientes en compañía de la las ratas portadoras de la peste bubónica.

Herzog cuidó tanto cada fotograma que parece estarse más delante de cuadros que de planos. Pero lo que dota a la película de belleza visual, le resta los ingredientes de tensión que toda película de terror debería tal vez contener. No estamos hablando, pues, de una película de ese género al uso, sino de un filme poético, plásticamente casi perfecto.


FICHA TÉCNICA
Título: Nosferatu, vampiro de la noche
Año: 1978
Duración: 96 minutos
Nacionalidad: Alemania
Director: Werner Herzog
Intérpretes: Klaus Kinski, Isabelle Adjani y Bruno Ganz
Guión: Werner Herzog
Música: Charles Gounod
Fotografía: Jorg Schmidt Reitwein

dimecres, 3 de novembre del 2010

La zona

Los tres hombres yacían sin mirarse, espalda contra espalda, en el suelo de una estancia en ruinas. Para qué se habían dirigido allí nadie puede saberlo con certeza. Los anhelos que mueven a las personas son a menudo desconocidos hasta para ellas mismas.

El trayecto hacia ese espacio abandonado donde se encontraban había sido duro, trufado de peligros, reales o imaginarios. El habitáculo se hallaba en una zona indeterminada, en un espacio extenso y salvaje, mezcla de naturaleza desatada, ruinas de fábricas en desuso, chatarra de vehículos y carros de combate solitarios y mortecinos, corroídos por el tiempo. Lo que destacaba de aquel paraje era el silencio, un silencio sobrecogedor, que pone a uno ante sí, sin secretos, desarmado.

Los tres hombres se habían citado dos días antes en el único bar de un área insalubre, plagada de fábricas humeantes y donde el ruido de los trenes de carga que hasta allí llegaban era ensordecedor. Alejo, un escritor en plena crisis creativa había acudido el último al encuentro. En la diminuta mesa redonda al fondo del bar le esperaban Ricardo, un científico de aspecto algo descuidado, y un tal Puercoespín.

El motivo por el que los tres se habían reunido en torno a esa mesa era porque Puercoespín conocía un extraño territorio donde se podía acceder a un habitáculo en el que uno puede cumplir sus deseos. Él era el único que creía en la existencia de aquel espacio en el que se hacen realidad los anhelos más ocultos y cuyo origen tal vez fuera extraterrestre.

Tras charlar un rato, los tres abandonaron el bar y, con Puercoespín haciendo de guía, se adentraron en aquella zona misteriosa, a la que al parecer nadie se acercaba y que era custodiada por una especie de ejército secreto. Corrían rumores de que muchos habían enloquecido o se habían suicidado en ese paraje por motivos absolutamente desconocidos e incomprensibles. La soledad y abandono de la zona se debían a esas terribles sospechas, pero también a causa de las conjeturas sobre el hecho de que allí habían aterrizado naves extraterrestres. El acceso estaba vigilado por este motivo.

De la mano de Puercoespín, Alejo y Ricardo -escritor y científico, respectivamente- pudieron sortear, no sin dificultades, a los vigilantes de aquel territorio al que se dirigían. Ambos deseaban acceder a aquel habitáculo en el cual Puercoespín les había explicado que se cumplían todos los deseos. Ni el escritor ni el científico creían en realidad que aquello pudiera ser cierto, pero, quién sabe si por tedio o desesperación, los dos se habían adentrado en esa zona.

Puercoespín conocía aquel territorio y explicó a los escépticos acompañantes que en ese espacio la línea recta era imposible de seguir para dirigirse a un sitio concreto. Un insólito fenómeno hacía que, a cada paso, el camino cambiara por completo, y lo que por unos instantes parecía estar a una cierta distancia, una roca, por ejemplo, al acercarse se convertía en una charca amarillenta de líquidos tóxicos con todo tipo de artilugios flotantes: jeringuillas, cascotes, tijeras, balas, hasta un cráneo diminuto que bien podía haber pertenecido a una rata. Sin duda, se trataba de un espacio incierto y peligroso. Pero lo más sorprendente era lo que Puercoespín comentó al escritor y al científico: lo que hacía cambiar la zona continuamente era la voluntad de los individuos que en ella se adentraban. Así, la sensación de peligro creaba el peligro en la zona, y el estar seguro y tener fe hacían que el espacio fuera más controlable y menos amenazador. Era una zona que cambiaba, pues, por la acción de la mente.

Saltaban, sorteaban obstáculos y discutían entre sí los tres hombres mientras se dirigían -nunca en línea recta- al destino que Puercoespín, el creyente, les señalaba: el habitáculo donde se cumplen los deseos.

El escritor hacía tiempo que se encontraba sumido en una crisis creativa, dudaba ya del sentido de su verbo; acaso aquel extraño destino podría ser una fuente de inspiración que lo apartara de su estancamiento. Por su parte, el científico parecía obsesionado en criticar lo que, a su modo de ver, eran alucinaciones de Puercoespín: odiaba su fe en la zona y en aquella estancia mágica en la que se cumplían los anhelos más ocultos. Pese a todo, continuaba el camino.

Pasadas unas horas, y después de traspasar un espacio informe de ruinas y sumergirse en una especie de bautizo bajo unas aguas estancadas, accedieron al habitáculo. Entraron, pues, en la estancia y permanecieron ante la habitación donde tenía lugar el fenómeno por el que estaban allí.

Una tremenda angustia fue invadiendo, poco a poco, al científico y al escritor. Tenían miedo de que se realizaran sus deseos más ocultos y temían que éstos no coincidieran con lo que ellos creían que anhelaban. Ese estado les atenazaba e impedía dar el paso definitivo hacia la habitación. Les amedrentaba que se hiciera visible lo que realmente ansiaban, sus más profundos deseos.

De repente, el científico se levantó y sacó una pistola. Dirigía el arma en todas direcciones, el dedo estaba tenso en el gatillo. Puercoespín, lleno de lágrimas y desesperación, se abalanzó sobre él, para evitar que cometiera un disparate. Aquel era el único lugar que verdaderamente daba sentido a la vida de Puercoespín, el motivo de su fe. Él había conducido al científico y también al escritor, que en aquel momento yacía en el suelo con la mirada perdida, para ayudarles a realizar sus deseos. Que no quisieran verlos materializados no entraba en la cabeza del creyente. El acceso a esa supuesta felicidad objetivable podía desenmascarar dolorosamente los verdaderos anhelos del científico y del escritor y revelar la hipocresía y farsa en que habían vivido hasta entonces, una impostura tal vez inconsciente. Tras el forcejeo, el científico dejo caer el arma al suelo y cayó de rodillas desconsolado.

Tras esta situación de tensión, los tres se sentaron y permanecieron mucho tiempo en silencio, espalda contra espalda, ante la habitación donde se realizan todos los deseos.

Escrito por Espectro X

dilluns, 25 d’octubre del 2010

Debussy - Clair de Lune

El misterio de la música

La música significa algo en general, sin querer decir nada en particular. No expresa el dolor-en-general ni la alegría-en-general, sino la emoción indeterminada, la pura capacidad emocional del alma. La música dice únicamente lo que dice, o, mejor, no "dice" nada, en la medida en que "decir" significa comunicar un sentido.

La música está hecha para lo inexpresable. El misterio que transmite no es lo inexpresable estéril de la muerte, sino lo inexpresable fecundo de la vida, la libertad y el amor. El misterio musical no es lo indecible sino lo inefable. Lo inefable es inexpresable, insondable. El misterio poético por excelencia. Donde la palabra falta, allí comienza la música.

(Nota: Se habla aquí de música clásica, pero seguramente puede hacerse extensible -con cautela eso sí- a otros tipos de música.)

[Extraído libremente del libro La música y lo inefable, Vladimir Jankélévitch, ed. Alpha Decay.]

diumenge, 24 d’octubre del 2010

foto VII

foto VI

foto V

foto IV

foto III

foto II

foto I

dimecres, 13 d’octubre del 2010

Canto I

"Altazor ¿por qué perdiste tu primera serenidad?
Qué ángel malo se paró en la puerta de tu sonrisa
Con la espada en la mano?
¿Quién sembró la angustia en las llanuras de tus ojos como
el adorno de un dios?
Por qué un día de repente sentiste el terror de ser?
Y esa voz que te gritó vives y no te ves vivir
¿Quién hizo converger tus pensamientos al cruce de todos
los vientos del dolor?
Se rompió el diamante de tus sueños en un mar de estupor
Estás perdido Altazor
Solo en medio del universo
Solo como una nota que florece en las alturas del vacío
No hay bien no hay mal ni verdad ni orden ni belleza

¿En dónde estás Altazor?

La nebulosa de la angustia pasa como un río
Y me arrastra según la la ley de las atracciones
La nebulosa en olores solidificada huye su propia soledad
Siento un telescopio que me apunta como un revólver
La cola de un cometa me azota el rostro y pasa relleno de
eternidad
Buscando infatigable un lago quieto en donde refrescar su
tarea ineludible [...]

Déjate caer sin parar tu caída sin miedo al fondo de la sombra
Sin miedo al enigma de ti mismo
Acaso encuentres una luz sin noche
Perdida en las grietas de los precipicios".



(Fragmento extraído del Canto I del poema Altazor de Vicente Huidobro, Ed. colección Visor de Poesía, vol. XLI, edición 2004)

dimarts, 12 d’octubre del 2010

La lucha perdida

La radical consciencia de la finitud puede ser un alivio o un horror, según como se mire. El alivio vendría porque, con la certeza de que "la partida" está perdida de antemano, uno puede actuar ardorosamente en cada acto de su vida, en cada instante, agotando hasta la última gota del tiempo, sin importarle nada ni sentirse culpable por nada (saber que la vida es una instante y la muerte toda la eternidad ayuda a tomar decisiones cuando la consciencia está despierta).

En cambio, la consciencia de la finitud puede sumir en el horror y el espanto porque uno no podría soportar hacer la mayoría de cosas que hace a lo largo de sus días sabiendo cómo acaba todo. Qué duro puede resultar, las más de las veces, el tener la sensación de "perder el tiempo" -en el mal sentido de esta expresión, claro, pues, se haga lo que se haga, el tiempo siempre se pierde-. La actitud pasiva, expectante ante el morir cotidiano puede ser desesperante, asfixiante y angustiosa. La certeza de que nos espera una eternidad de muerte puede sumergirnos en un abismo emocional de difícil salida (algunos opiáceos virtuales pueden ser de ayuda para pasar el tiempo... hacer un blog, sin ir más lejos, ver la televisión... aquí podríamos establecer jerarquías, claro está).

Una tercera vía podría ser la adopción de una actitud estoica, contemplativa. Digerir -cosa nada fácil- el destino fatal y el absurdo extremo de cualquier esfuerzo en esta vida y, pese a todo, disfrutar de esa lucha y admirar maravillados tantos sacrificios y peripecias titánicas para seguir adelante.

Hay algo grandioso en esa trágica lucha para quien lo sepa captar.

Escrito por Espectro X

dijous, 30 de setembre del 2010

El tormento es gozo

Al tomar conciencia de lo absurdo, uno pasa a quedar atado a él para siempre. Los dioses condenaron a Sísifo a empujar una roca eternamente hacia lo alto de una montaña, desde donde la piedra volvía a caer por su propio peso. Pensaron, con cierta razón, que no hay castigo más terrible que el trabajo inútil y sin esperanza. Aferrarse demasido a la vida nos arrastra a este suplicio en el que todo el ser se dedica a no rematar nada.

La persona que trabaja todos los días, en las mismas tareas durante toda su vida, tiene un destino igual de absurdo. Pero hay que ser consciente de ello, entonces se abre la tragedia: conocer esa miserable condición en toda su amplitud. La clarividencia de ese tormento puede dar, pardójicamente, un poco de luz. Hasta se puede gozar del tormento. Así, uno se acostumbra a pasar 8 horas diarias de su vida en el lugar de trabajo y hasta se lo puede pasar medianamente bien. La roca -angustia- es demasido pesada de llevar: las verdades aplastantes desaparecen al ser reconocidas.

La felicidad y el absurdo son dos hijos de la misma tierra. A veces, hasta el sentimiento absurdo nace de la felicidad. El hombre absurdo dice sí y su esfuerzo no cesa nunca. En la lucha atormentada puede estar la dicha.

diumenge, 26 de setembre del 2010

Sobre el mercado espiritual


Osho, el más controvertido de los gurús de los años setenta y ochenta -cuando era conocido como Rajneesh- adoptó este nombre pocos meses antes de su misteriosa muerte, de la que precisamente ahora se cumplen veinte años. Desde entonces, Osho se ha convertido en una de las marcas más potentes del mercado de la espiritualidad, con más de cuatrocientos títulos traducidos a 58 idiomas. Un imperio sin rostro -mucho menos indio y mucho más occidental de lo que parece- con sede en Zurich.

En la India, donde siempre está latente la posibilidad de ser engullido por una alcantarilla, arrollado por un killer bus o electrocutado por un cabo de alta tensión, el ashram de Osho y sus alrededores arbolados eran ciertamente un remanso de paz. Una evasión de la India en toda regla, paradójicamente vivida como un encuentro con las profundidades de India por parte de los seguidores tardíos -mayoritariamente extranjeros- del gurú, cuya más reciente encarnación dejó este mundo hace dos décadas por problemas de inmunodeficiencia nunca aclarados. Este oasis de Koregaon Park, en Pune, salpicado de mansiones ajardinadas de políticos corruptos y magnates, saltó en pedazos hace dos sábados con retumbante violencia. Una bomba accionada a distancia había sido colocada en el más popular y el más cercano de los cafés cercanos al ashram, la German Bakery (el nombre y vocación occidental dice mucho sobre la India de mentirijillas que da cobijo a este tipo de turismo: en realidad una pantalla de protección frente a la aspereza de India). Desde hacía cuatro meses, la vigilancia se había reforzado cien metros más abajo, en la Chabad House, y cien metros más arriba, en la entrada principal del inmenso ashram o centro de meditación. Pero no en la modesta German Bakery, de bancos de madera y menús naturistas: zumos de granada, lassis, tofu, germen de trigo, alga espirulina y queso de yak (aunque el yak más cercano debe pacer a 2000 km de allí).

La marca Osho se ha convertido en un imperio editorial, que publica cientos de recopilaciones de sus macarrónicos discursos en inglés. Ni una rupia se destina a obras de caridad. Aunque varias hectáreas de jardín, propiedad de la fundación, se abren a los vecinos unas pocas horas al día. También hay visitas guiadas de diez minutos, en estricto silencio, más que nada para que los indios vean que allí no se fornica al aire libre y grupalmente, como les gusta imaginar horrorizadamente. El punto culminante de la visita es el exterior de una pirámide negra -por fuera, aunque blanca por dentro- cuyo interior acoge las meditaciones de la tarde.

Para convertirse en sannyasin, o seguidor, aunque sea por un sólo día, es necesario comprar la túnica morada para los talleres diurnos y la túnica blanca para la meditación vespertina. Aunque a la discoteca nocturna se va con ropas de calle. Antes de las once, el ashram cierra sus puertas. En el apogeo de Osho, las túnicas eran, de hecho, naranjas, y luego el maestro suprimió su uso. La mayoría de las costumbres del ashram, así como el mismo nombre de Osho -efectiva marca global-, fueron introducidos cuando el gurú estaba más en el otro mundo que en este, a menos de seis meses de su muerte. Osho creía que alguien lo estaba envenenando, lo que creó un ambiente de caza de brujas dentro del propio ashram.

Hay que añadir que sólo se aceptan extranjeros con visado turístico -posiblemente para evitar que los periodistas metan las narices- y es imperativo pasar un test de VIH, aunque el ashram en sí ni siquiera tiene alojamiento. El lujoso hotel gestionado por la empresa Osho está algo apartado. Osho es un fabuloso negocio, aunque no se puede objetar que fuera más puro en vida del gurú. Si en algo destacó Rajneesh (pronúnciese Rachnish), luego Osho, fue en su proverbial instinto comercial y en su ágil adaptación a los cambios de gusto en la audiencia. Su discurso, siempre ecléctico, se volvió más jocoso, disparatado y posmoderno desde finales de los setenta.

Detengámonos en la jugosa personalidad de Osho. Para empezar, no era hindú, sino jainista. El jainismo es una religión contemporánea del budismo, con el que comparte algunos rasgos, aunque lleva al extremo algunos aspectos como la no violencia, el respeto por la vida (el vegetarianismo es estricto) y el menosprecio por los placeres mundanos. Pues bien, a pesar de estos antecedentes, Osho llegaría a ser conocido en India como "el gurú del sexo", por su desculpabilización del individuo y su sistemática denuncia de las represiones sociales. Aunque Osho, en realidad, había dicho que el sexo era algo estúpido y que lo que le interesaba era el silencio posterior al orgasmo. El vacío mental que es, no la condición previa para la meditación, ni el camino a la meditación, sino su objetivo último.

Osho nació en el culo de India, en una familia pobre de una aldea pobrísima, del miserable estado de Madhya Pradesh. Su ascenso hasta convertirse en la marca más cotizada del mercado mundial de la espiritualidad y presencia inevitable en las estanterías de autoauyuda es por lo menos digno de admiración. Su inteligencia no pasó desapercibida desde su infancia, que pasó con sus abuelos. Osho aseguraría luego que a los 21 años tuvo su iluminación, pero la verdad es que durante nueve años más continuó como oscuro profesor de filosofía en la no menos oscura localidad de Jabalbur. De ahí que sus discursos contengan menos referencias a la tradición india que Albert Camus, Bertrand Russell o Winston Churchill. Diríase que su meditación dinámica tiene menos que ver con la sabiduría de Oriente que con las experiencias teatrales de Grotowsky o Artaud. No siempre citados, la psicología de Freud y Wilhelm Reich está en la base de sus ideas -Viena más que Varanasi-, así como la filosofía de Nietzsche. La propia arquitectura de su centro de meditación no podría ser menos india y más miesiana (del Mies van der Rohe del Pabellón Alemán de Barcelona, del que toma hasta las sillas). Menos es más. También Rousseau o Voltaire pesan en su rechazo de las religiones organizadas (aunque codificó sus propias prácticas "liberadoras" y el culto a su personalidad).

Nada que objetar. También Gandhi, tenido como el indio y el hindú por antonomasia, es, si la vista no se deja engañar por el atuendo que adoptó y fue perfeccionando a partir de 1920 -cuando cambió los trajes y corbatas por un trapo-, una mezcla de oriente y occidente en la que pesan más el derecho británico, el Evangelio, Tolstoi y Thoureau.

Si se lee, por ejemplo, The inner journey, una de las recopilaciones de discursos de Osho, se halla una mezcolanza de verdades del barquero, chascarrillos y parábolas mediocres, útiles consejos para la meditación, reflexiones que han ayudado a mucha gente y simplificaciones del diván Oriente-Occidente.

Osho dijo también un montón de sandeces -recogidas por sus discípulos a partir de sus macarrónicos discursos en inglés, base de sus libros, ya que él nunca escribió-. Profetizó una tercera guerra mundial y el fin del mundo (del que se salvarían sus discípulos) para la década de los noventa [del siglo XX]. Dijo que la humanidad acabaría viviendo en ciudades submarinas. En cualquier caso, en el ambiente contracultural posterior al 68, flower power, Osho supo encontrar su segmento de mercado entre una juventud acomodada, ávida de bofetones a la autoridad tradicional y de exóticos atajos a la sabiduría. En este medio, su discurso de que el propio ombligo es el centro del cosmos había de encontrar necesariamente una audiencia. Obsérvese que esta no es la India del altruismo (concepto ajeno a India), sino la del masaje al ego y la salvación individual.

Su afabilidad, su aspecto a medio camino del profeta y del granuja, su barba mosaica y su mirada magnética encandilaron a miles de seguidoras y seguidores, a los que daba un nuevo nombre de pila. El maestro espiritual mimaba especialmente a los ociosos hijos de millonarios. La heredera de un naviero griego fue quien adquirió el terreno sobre el que se levanta el ashram de Pune. Por todo ello, Osho, el gurú con cara de sinvergüenza -para algunos, el gurú que parodiaba a los gurús- era conocido también como el gurú de los ricos. El mismo afán con el que construía una imagen mesiánica de sí mismo -emparentándose con Budha- Osho lo empleaba para denigrar a todas las vacas sagradas de India: Gandhi era "un masoquista" y "un pervertido". La Madre Teresa era "una charlatana" y "una hipócrita". Su relación con los movimientos hinduístas, que había sido óptima, se fue degradando. El gobierno indio retiró la exención fiscal de que gozaba su opulento movimiento sectario y le quiso cobrar los atrasos.

Agobiado por la presión, Osho hizo las maletas y abandonó el ashram de Pune en 1981, para instalarse en Oregón, EE.UU. Su rancho contaba con decenas de Rolls Royce, regalo de sus seguidores, que aspiraban a que Rajneesh-Osho pudiera ser conducido en uno distinto cada día del año: se quedaron en 92. Menos es más. Las relaciones con la comunidad austera, trabajadora y conservadora del lugar fueron pésimas desde el inicio para un vividor del tamaño de Rajneesh y su comitiva de porreros iluminados. Los miles de adeptos de Rajneesh pretendían cambiar el mapa político del municipio para imponer su ley, y para hacerlo más fácil, la dirección de la secta diseñó lo que podría ser calificado como un precursor atentado bioterrorista: la comida de varios restaurantes del lugar fue contaminada con cultivos de salmonela, para impedir que los parroquianos pudieran ejercer su voto. Más de setecientos fueron hospitalizados. A eso hay que añadir la masiva violación de las leyes de inmigración por parte de los adeptos y del mismo Osho.

La deportación de Osho era inminente cuando este fue detenido con más de un millón de dólares en joyas y en metálico a punto de volar a las Bahamas. Fue encarcelado y Osho se autoinculpó de delitos menores a cambio de no volver a EE.UU. en cinco años. Rajneeshpuram, la comunidad utópica de túnicas naranjas y Rolls Royce, fue desmantelada. No había sido su mejor época: parece que fue en Oregon donde Osho se convirtió en adicto al gas hilarante y al valium, se encerró, hizo voto de silencio y durante tres años sus alelados fieles se tuvieron que contentar con el darshan o visión del gurú montado en uno de sus Rolls Royce. Su secretaria -esposa del benefactor que compró el inmenso rancho por seis millones de dólares- tomó las riendas. Cuando Osho recuperó la palabra, la pugna entre ambos fue monumental, también por las cuentas en Suiza. Al jet en el que fue expulsado de EE.UU. con su círculo íntimo le fue impedido aterrizar o desembarcar en numerosos países, entre ellos España. Terminó regresando a sus orígenes de Pune. Aunque moriría poco después.

[Fragmento extraído de un artículo:"Osho, atentado contra la espiritualidad", Jordi Joan Baños (corresponsal de Nueva Delhi). La Vanguardia.es, 21/02/2010]

dissabte, 25 de setembre del 2010

La foto iluminada

El fotógrafo enfocaba desde hacia horas a la muchedumbre desde un balcón situado en un ático de una finca que se hallaba en una esquina de la plaza. Un castillo humano se estaba elevando en el centro de la misma y era el objetivo hacia el que orientaba la cámara. Una multitud variopinta miraba absorta y fotografiaba con sus móviles y otros artilugios cómo ascendía el castillo humano. El espectáculo era singular. La gente sudaba, gritaba, se empujaba, hasta orinaba por cualquier parte, pero mostraba una gran emoción.

Un estruendo se oyó de repente: un trueno irrumpió en la fiesta, un invitado imprevisto en la noche apacible. La gente continuó riendo, chillando extasiada o asqueada de estar en esa plaza mirando, bien apretujada, viendo cómo se elevaba el castillo humano. El trueno se convirtió en un motivo más de fiesta y de dicha, como una turbulencia en un vuelo en avión.

Paulatinamente, el ruido de la masa concentrada aumentaba, mientras el castillo en construcción iba a coronar la cúspide. Un niño trepaba en esos instantes por las espaldas de las personas ya con evidentes muestras de flaqueza debido al esfuerzo de sostener otros cuerpos en sus hombros. El fotógrafo, inquieto, se disponía a fotografiar la culminación del evento: la llegada del niño a la cima de la torre de cuerpos, su saludo, la histeria de la muchedumbre que se agolpaba en la plaza, embriagada por el espectáculo, y la posterior y peligrosa bajada de las personas que conformaban el castillo. Cuando el niño se disponía a coronar la torre de cuerpos, un rayo sobrecogedor cayó del cielo y se clavó en su diminuta cabezita, dejándolo paralizado e "iluminado". El fotógrafo, horrorizado, tal vez emocionado, estaba disparando fotografías sin cesar. De repente, la luz del pequeño electrocutado se extendió por todo el castillo humano y también por toda la plaza a través de los cuerpos de las personas allí agolpadas. Es lo que tienen las aglomeraciones, todo está en contacto y se comunica: también la corriente eléctrica.


Desde la pantalla de su cámara el fotógrafo contemplaba una especie de alucinante árbol de navidad humano con sus luces, tal era la mágica escena que se podía ver en el recuadro de su máquina digital: se trataba de los cuerpos electrocutándose desde la cúspide, allí donde se hallaba el niño que coronaba el castillo, hasta la base, extendiéndose a la totalidad de las personas de la plaza. Era un espectáculo único. Los gritos de los individuos, hombres y mujeres de todas las edades, que se podían oír en la plaza eran indescriptibles. Los cuerpos danzaban convulsivamente iluminados por la descarga eléctrica, algunos ya estaban en pleno proceso de cremación.

Al final, el espacio de la plaza quedó tapizado por una masa de cuerpos calcinados mezclados con individuos con caras de espanto y aturdimiento, humeantes algunos, chamuscados otros. Y todo ello en plena noche.

La fiesta había terminado y el fotógrafo acaso había conseguido la foto de su vida.

Escrito por Espectro X