divendres, 31 de desembre del 2010

Atrapado

Un día frío y humedo, una lluvía fina, la calle y sus aceras mojadas, al abrir la puerta. Un desagradable dolor en todo el cuerpo me recuerda que existe algo aparte de mi cabeza. No pienso nada en concreto, casi nunca. Mi mente está sumergida en un encadenamiento de estimulos internos y externos que no me permite ver. Sería mejor no haber salido de casa. ¿Por qué lo hice? Sería mejor no haberlo hecho. Me limito a seguir, pese a que no quiero. Es el estéril morir cotidiano, no cabe duda: esa idea tan manida vuelve una y otra vez a mi cabeza. Miro a la derecha: mujeres mayores cargadas con pesos tremendos, niños con patinete, una mulata entrada en carnes habla a voz en grito con un chico negro de grandes labios que también vocifera: están el uno al lado del otro. Nada nuevo. Miro a la izquierda: un perrito negro dando saltitos me recuerda a un bola de espuma, ingrávido, dulce. Debería pensar: ¡es maravilloso! y sentir una gran emoción por estar vivo. El problema tal vez sea la palabra "debería" y todo lo que ese verbo implica en mi diálogo interno. Me siento culpable por no sentirme vivo. La muerte se aparece entonces y me recuerda: estás aquí y ahora, todo es único e irrepetible, aprovecha el tiempo. Nada, esa voz me tortura pero no me activa. Sin novedad. Es un funcionamiento automático de mi mente, como si no lo pudiera controlar o dirigir. Debe de ser tedio. ¡No!, deseo que todo sea emocionante e intenso. Nada suscita emoción alguna. Todo, como siempre, es aparentemente normal, ahí radica el problema. La falta de sentido de casi todo lo que ven mis ojos confiere a las cosas un extraño atractivo, acompañado, eso sí, de una dolorosa sensación de angustia indeterminada. Tiene y no tiene gracia el misterio de mi singular percepción, pero todo lo que pasa no es ningún chiste: alegrías, dramas... Un esfuerzo inútil siempre a mi alrededor. Como una losa externa. Un decorado turbio, ardoroso, violento, hostil. Es mi percepción. Estoy programado para ver así. Me siento vivo porque sufro este tormento. Resulta agotador contemplar tanto movimiento, ruido, olor, miradas, cuerpos, cartones, excrementos. Aparece y desaparece todo. No debería haber salido de casa. Pero lo hice. Mejor volver. Ya en el portal, abro la puerta y subo la escalera. La humedad lo impregna todo. Hoy es el último día del año. Mañana el primero de otro.

5 comentaris:

Anònim ha dit...

Atrapado en la cárcel del ser

disleydis ha dit...

Atrapado, atrapado …………………………es el camino hacia la liberación ¿Quién no ha estado alguna vez atrapado?,encontrarnos en la oscuridad nos da la posibilidad de ver la LUZ con mas intensidad, quien ha estado cerca de la muerte generalmente valora en su justa medida LA VIDA ,pues todos nacimos para brillar. Un gran amigo me dijo un día: ’’…..Aunque llueva no será para mi una barrera que me impida buscar lo que deseo, nada impedirá que sea FELIZ’’, hoy esa frase de mi gran amigo es mi consigna, mi lema, la llevo conmigo a todas partes.
Cuanta razón tenía Alejo Carpentier cuando escribió:
‘’……. Pero la grandeza del hombre está precisamente en querer mejorar lo que es……………. Por ello, agobiado de penas y de Tareas, hermoso dentro de su miseria, capaz de amar en medio de las plagas, el hombre sólo puede hallar su grandeza, su máxima medida en el Reino de este Mundo.’’.un saludo.

Pesadillas con cuerpo ha dit...

Quien ha estado cerca de la muerte valora en su justa medida la vida, qué duda cabe. Todo dependerá, no obstante, de qué tipo de experiencia cercana a la muerte se haya experimentado. A veces, esa valoración de la vida en situaciones extremas se va diluyendo con el paso del tiempo (según, claro está, el caso particular y la vivencia del suceso). Cuando a uno le apuntan con una pistola en la sien, en esos momentos seguro [mayoritariamente] que valora la vida, por ejemplo. Hasta que no se está cerca de perderla, no se valora, eso está muy claro. La vida es lo único que se tiene, aunque sea una media-vida. El problema radica en cómo se siente uno vivir, por ejemplo, y si tal sensación se percibe como lo suficientemente intensa, gratificante, espantosa, atormentadora... También está el grado de resistencia ante el lodo que nos puede rodear, la capacidad adaptativa (ante la muerte, uno se aferrará, por lo general, a la vida... pero ¿por qué? ¿por miedo a morir? Quizá solo sea por eso, no por ganas de vivir. Me gusta la cita de Alejo Capentier que citas. Un saludo

disleydis ha dit...

Es obvio que cada persona es un mundo, y ante los obstáculos existen diferentes maneras de reaccionar, la muerte es un tema que muchos no quieren hablar ¿Por qué?,¿por miedo?,tengo un gran tesoro asegurado desde el día que nací:’’La muerte’’,ja,ja,ja,ja, humor negro , quizás…..ja,ja,ja,ja,ja………,hablar de ella es aceptarla como algo natural, pues con miedo o sin el ,todos vamos a morir,¿no es mejor estar libre del miedo?,si…….. ante la muerte, uno se aferrara a la vida ,quizás por miedo o quizás por ganas de vivir….., pero lo mejor para nuestra salud es liberarnos de nuestros miedos, no aferrarse a la vida, solo dejarse llevar, dejarse fluir, bailar con el viento, sentir que puedes tocarlo, solo sentirlo……………..en fin nuestras palabras se irán desvaneciendo ,y poco a poco quedaran borradas por el tiempo y nuestra existencia olvidada para siempre, una sola palabra lo resume todo :Nada..Recuerdo un documental que vi hace mucho tiempo: trataba de la existencia del hombre, me gusto mucho, decía: que el hombre (en general) se cree importante ,sabio ,muy listo, pero al final no será recordado por nadie……el hombre ha destruido mas de lo que construye ,en fin comparto la idea de Sócrates: ‘’ Solo se que no se nada’’.Un saludo.

Pesadillas con cuerpo ha dit...

Debería humanizarse la muerte, es decir, no vivir como si no existiera, sino vivir asumiéndola. Pero el mundo está construido para huir de la muerte (en muchos sitios se entierra a los muertos separados de los vivos [en cementerios]: cuanto más lejos, mejor. Lo que no se ve, no existe). Ridículo. Tal vez el morir puede dar sentido a la vida (para muchas personas, se lo quita). Que no somos nada y no sabemos nada conviene muy a menudo recordarlo, especialmente ante tanta pretenciosidad e imbecilidad humanas.

La idea de dejarse llevar, dejarse fluir ante lo inevitable -que comentas- es un camino, mas nada fácil para algunos/as. La meditación puede ayudar a tomar una nueva consciencia de la existencia, de las cosas, por ejemplo.

Con todo, es razonable (humano demasiado humano) sentirse sobrecogido ante la idea de la propia desaparición o finitud.