Un dron es un vehículo aéreo no tripulado
(VANT; UAV en sus siglas en inglés, de Unmanned Aerial Vehicle). Se estima que en los próximos años se fabricarán alrededor de 35.000
drones en el mundo. Se trata de uno de los segmentos en auge de la industria
aeronáutica. La mayoría de ellos se producen en Estados Unidos e Israel y poco menos del
10% en Europa. Lo llamativo del asunto es que cada vez se utilizan fuera de las
zonas de conflicto, guerras, etc. Así, su uso se amplía para tareas policiales,
civiles y comerciales. Es obvio que esto suscita preocupación por su más que
probable incidencia en la privacidad de las personas.
Dentro de la tipología de
VANT, encontramos los micro y minidrones. Son ligeros de peso y vuelan a baja
altitud. Su diseño
está optimizado para moverse por las calles de las ciudades e incluso en el
interior de edificios. Suelen ir equipados con dispositivos de captura y
grabación de audio y vídeo. Pero la cosa no se detiene aquí. Sucede que cada
vez se están miniaturizando más estos ‘cacharros’. Los nanodrones pueden tener el
tamaño de un insecto. Lógicamente, la aplicación de estos diminutos VANT será
una de las industrias en auge en tiempos futuros. Y claro, el uso en lugares
con presencia humana de estas miniaturas voladoras plantea
desde el origen la forma en que esto puede afectar o invadir el derecho
fundamental a la protección de datos de las personas.
Hasta ahora, la mayor preocupación por parte
de las autoridades para autorizar el empleo de VANT ha sido la seguridad, tanto
del espacio aéreo como de las personas sobre las que vuelan los drones, pues
hemos de tener en cuenta que en entornos policiales o de control de la
seguridad pública, estos aviones no tripulados pueden tener la posibilidad de
cargar botes de humo, lanzadores de pelotas de goma o armas de fuego. O, en
cualquier caso, simplemente, tener un accidente que cause daños a personas,
casas, vehículos, árboles o mobiliario urbano.
Por otra parte, las implicaciones para la privacidad de las
personas en el uso de drones son obvias. Para llevar a cabo sus funciones de
observación, supervisión y vigilancia, todos los VANT comerciales o policiales
van equipados con cámaras de televisión que producen imágenes extremadamente
nítidas y, en muchos casos, también cuentan con sensibles equipos de grabación
de sonido e, incluso, con cámaras de infrarrojos o sistemas de interceptación
de las comunicaciones móviles. Además, también pueden ir equipados con
dispositivos que “ven dentro de los muros” como detectores térmicos que tienen
la posibilidad de ser utilizados para monitorizar personas en sus casas o
lugares de trabajo.
Los nanodrones, asimismo, pueden operar
utilizando una gran variedad de programas y aplicaciones informáticas que
pueden expandir en gran medida sus posibilidades de vigilancia. En concreto, ya
es posible equiparles con herramientas de reconocimiento facial o biométrico en
tiempo real, lo que hace posible sin demasiadas complicaciones monitorizar y
seguir individuos basándose en determinados parámetros tales como altura, edad,
sexo o raza, con las implicaciones para la privacidad y los potenciales riesgos
de discriminación que conlleva, por no mencionar los riesgos de posibles falsos
positivos en la identificación de las personas.
Uno de los aspectos más importantes del uso de
drones es su invisibilidad. Un pequeño avión no tripulado volando a cientos o
miles de metros de altitud pasa completamente desapercibido y sus cámaras y
dispositivos de grabación y rastreo pueden filmar y fotografiar prácticamente
cualquier cosa y a cualquier persona sin que nadie sea consciente de ello. Por
este motivo, el potencial para el abuso de esta tecnología es tremendo y,
actualmente, desconocido. Podría ser utilizado por criminales, voyeurs o
personas sin escrúpulos para fisgonear dentro de los domicilios de sus víctimas
sin que éstas tuvieran ni la más mínima indicación de que estaban siendo
sometidos a dicha vigilancia.
Pero bueno, estén tranquilos… de momento, ya
tendrán noticias de ellos.
1 comentari:
el progreso tecnológico da miedo. Imagínate un nanodrón en la cama de Merkel. Vaya peli de terror tú
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